Aries Buey

El poderoso Aries Buey hace estremecer una montaña con un encogerse de hombros

Esta es una combinación vigorosa y potente, destinada al éxito.

El robusto carácter de Aries se lanza al mundo lleno de vigor y esperanza a muy temprana edad. El Buey, sólido y diligente, lleva lenta pero seguramente al joven Aries, con la cabeza alta y la espada en ristre, hacia objetivos serios y exigentes. Los Aries Bueyes son ganadores.

Pero el Aries Buey es tan poco sutil como un camión de diez toneladas atascado en el barro. Conquistará numerosos logros. Pero quizá pocos amigos.

La gente no odia al Aries Buey, pero sucede que esta bestia de corazón tierno no puede comunicarse con facilidad. ¿Tímido? Sí. Y reservado, hasta intimidante.

El Aries Buey puede llegar a ser un narrador elocuente; pero le resulta sencillamente imposible detenerse a hablar de nimiedades con el verdulero.

Los Aries Bueyes son torpes, y se expresan, sobre todo, mediante sus resultados materiales tangibles. Van a lo práctico, solucionan problemas reales. Brillan mediante los hechos.

Por supuesto que nuestro mundo actual de adoración por lo urbano ofrece pocas oportunidades para las exhibiciones de fuerza bruta.

Lejos han quedado los días en que se prefería a una joven rústica pero capaz de subir las cuestas más empinadas cargada de bebés y baldes de agua, a una bella y rubia princesa débil.

Hoy en día se valora el artificio. La muchacha que ostente el maquillaje más precioso tendrá más suerte en el amor que la industriosa Cenicienta que trabaja de lavandera para ayudar a su madre viuda.

Nuestro héroe moderno es el tipo de auto deportivo despampanante y sonrisa de plástico. Como los que aparecen en los avisos de dentífrico.

Así que el Aries Buey se torna desencantado de la vida y sus superficialidades. Las actuales exigencias de elegancia y estilo le destrozan el sistema nervioso.

¿Dónde han ido aparar los valores de antaño?, se pregunta el enfadado Aries Buey, amargado y finalmente alienado. Me mudaré al campo, no le daré mi dirección a nadie. ¿Para qué quiero pertececer este mundo de impostores y tramposos?

Para que se hagan una idea mejor de cómo es este fenómeno, daremos un ejemplo famoso: Charles Chaplin (Aries Buey, 1889). Lean su biografía. Chaplin salió de mucho menos que la nada: las calles de Londres.

No tenía dinero, no tenía educación, no tenía quien lo cuidara o lo guiara. Pero el intrépido y osado joven Chaplin se encargó de proporcionarse él mismo un derrotero. Subió a las tablas, representó su acto y fue aplaudido, y los sigue siendo, por todo el mundo.

Vincent Van Gogh era Aries Buey, este autorretrato lo realizó para su amigo Paul Gauguin.

Era divertido. Pero al principio no todos pensaban lo mismo. Por fin llegó a Hollywood, filmó diez películas y se lo aclamó como un genio. Después llegaron los años 50, la caza de brujas, las listas negras, los amigos desleales, la paranoia y por último la retirada, a Suiza.

Hacia el final, Chaplin se retiró de la sociedad y del mundo del cine. Vivió el resto de sus días con su esposa y muchos hijos, en lo alto de las montañas, en medio de un aire tan cristalino que el mundo de plástico no podía filtrarse.

Hizo algunas incursiones más en el espectáculo, pero fueron inútiles. Murió en una suerte de exilio voluntario.

He conocido dos personas con su astral en la combinación de Aries y del Buey. Hoy tienen alrededor de sesenta años. Los dos se han apartado del mundo.

Uno vive drogado de la noche a la mañana, no puede ni trabajar ni encaminar su vida. Otro vagabundea por el mundo en un hermoso velero, busca paz, parece que no la encuentra en ningún sitio.

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