Cáncer y el Amor

Tom Hanks es del Signo Cáncer.

Cáncer, el signo de la fantasía, de la imaginación desbordante, de la sensibilidad sutil y exquisita, aprovecha cualquier emoción para dejarse arrastrar por vuelos amorosos: el recuerdo del perfume del ser querido, una mirada fugaz de éste, un vago ademán de su mano, los labios entreabiertos en una leve sonrisa, una palabra a medio pronunciar, las deseadas formas presentidas bajo el ropaje, un ligero mechón de cabello al aire…

En su recuerdo, estas imágenes poseerán un incentivo poderoso, despertarán una emoción sublime, un recuerdo cargado de connotaciones, implicaciones, sobreentendidos… Y, torturadamente, el Cáncer se preguntará si realmente esa mirada expresaba amor o fue sólo un fingimiento, si sus besos eran para él o vivían el recuerdo de otros labios, si su sonrisa era de placer o de ironía.

Además siempre recuerda el primer beso, la magia de aquel primer momento, el magnetismo despertado entre ambos cuerpos, el leve rozar de dedos, las miradas olvidadas una en la otra, las tenues caricias, las horas pasadas al vuelo… Y, por encima de todo, ese amor que hacía su unión absoluta y completa.

Una unión tan estrecha como sólo puede existir entre el hijo y el seno de la madre. Tal vez sea esa compenetración tan perfecta, esa plenitud y paz del seno materno, las que sueña el canceriano, su paraíso perdido, su eterna búsqueda. ¿Y la mirada de ella no es tan amorosa como la de su madre, su sonrisa no recuerda la dulzura de aquélla, sus senos no poseen la misma morbidez, su vientre el mismo calor…? Ay, Edipo, Edipo…

Y es que los sentimientos amorosos le quedan tan grabados en la imaginación que, a veces, el pasado parece más presente que el ahora, de modo que los objetos de su amor no son más que imágenes que encarnan su primer y gran amor: la madre, punto de referencia permanente de su vida.

De este modo, los sueños de Cáncer se debaten entre el recuerdo del paraíso perdido, la angustia por la fugacidad del presente y la congoja por el incierto futuro —«¿Me querrá siempre? ¿Me deseará mañana como hoy?»—.

Ahora comprendemos que sus disquisiciones transcurran en análisis minuciosos sobre el mínimo gesto, la palabra que parecía a punto de pronunciar, el perfume de aquel día o la razón de que precisamente «aquella» grisácea y melancólica mañana vistiera una prenda de vivos colores.

¿Cómo se pueden llevar esos colores en una mañana así? ¿Sería para hacerle olvidar sus penas, por una alegría ajena a su persona, para irritarle con tamaña incongruencia o por inocente descuido?…

Y realmente, en el análisis amoroso, el Cáncer puede llegar a extremos de sutileza y sensibilidad no concebibles en otro signo. No por azar, la complejidad y profundidad de introspección de la extraordinaria obra A la búsqueda del tiempo perdido fue escrita por un Cáncer, Marcel Proust, con un fuerte dominante de planetas en este signo en su tema astral, siendo tanto el título de la obra, su estilo y contenido, como la propia vida del autor, modelos típicamente cancerianos.

¿Será fiel, entonces, el nacido bajo el signo de Cáncer? Desde luego, debido a su naturaleza frágil e inestable, a su angustia por la soledad, a su carácter inseguro, se refugiará en la protección de la fidelidad, que puede durar años, con tan sólo alguna aventura de vez en cuando, más vivida en su imaginación que en la realidad.

Pero también un día puede lanzarse, si se tercia, a otros brazos más sólidos, más seguros, más protectores. Siempre que no siga conservando secretamente en su corazón la nostalgia por un amor de juventud, que añora y llena sus sueños, especialmente si se trata de un Cáncer mujer.

Infidelidad que no excluye el que, como cónyuge, sea muy afectiva y cariñosa, dulce y comprensiva, trate a su marido como un hijo más al que prodigar sus cuidados, abrigar con bonitos abrigos y darle buenas comiditas.